Las temporales del Prado. Fortuny (1838-1874)

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Tras una década oculta en los almacenes del Prado debido a las obras de remodelación del Casón del Buen Retiro, la pintura española del siglo XIX encontraba finalmente su espacio propio en el museo. Primero fue una exposición de sus obras maestras, para poco después pasar a formar parte de la colección permanente de la pinacoteca. Luego vendrían las exposiciones dedicadas a Sorolla y Martín Rico, a las que ahora añade el Museo Nacional del Prado su nueva temporal dedicada a Mariano Fortuny y Marsal, la primera vez que el museo madrileño dedica una muestra antológica a este artista.

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Mariano Fortuny fue el artista español con mayor presencia internacional en el último tercio del siglo XIX, siendo un verdadero renovador de la pintura al óleo, con su técnica precisa, colorista y brillante, y su hábil uso de la luz captación de la luz. Fue igualmente un gran maestro de la técnica de la acuarela, de la que fue un gran impulsor a lo largo de toda su carrera; y del aguafuerte con creaciones de una calidad extraordinaria.

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La exhibición ha sido patrocinada por la Fundación AXA y la colaboración especial del Museo Fortuny de Venecia y el Museu Nacional d´Art de Catalunya, y está formada por una cuidada selección de 170 obras procedentes museos de todo el mundo y colecciones privadas.

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De esas obras, 30 proceden de los fondos del museo madrileño, gracias a los legados de Ramón de Errazu y de Mariano Fortuny y Madrazo, hijo del pintor, y a compras realizadas por el propio museo, y 67 no habían sido expuestas nunca fuera de sus lugares habituales: Metropolitan e Hispanic Society de Nueva York, Hermitage de San Petersburgo, Museo de Orsay de París, Museo Británico de Londres, Biblioteca Nacional de España, Biblioteca Nacional de Francia, The Art Institute de Chicago, National Gallery of Art de Washington y el Museo Fortuny de Venecia, que aporta 30 obras.

La Exposición

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Comisariada por Javier Barón, jefe de Conservación de pintura del siglo XIX, la muestra incluye, a lo largo de siete secciones, todas estas facetas de la obra de Fortuny, en los escasos 36 años de vida del pintor, que murió de malaria en su casa de Roma, con una octava sección dedicada a su faceta como coleccionista de antigüedades, en la que se nos muestra una cuidada selección de objetos, algunos de ellos conservados hoy en las más importantes colecciones del mundo.

 

Entre las obras presentes cabe contar con piezas tan importantes como “La batalla de Wad-Ras”, “Odalisca”, “Il contino”, “Fantasía árabe”, “Retrato de María Mirope”, “La reina María Cristina y su hija la reina Isabel pasando revista a las baterías de artillería”, “El aficionado a las estampas”, “La vicaría”, “El vendedor de tapices”, “Calle de Tánger”, “El fumador de opio”,  “Los hijos del pintor en el salón japonés”, “Pasatiempos de hijosdalgos”, “Almuerzo en la Alhambra”, “Ayuntamiento viejo de Granada, así como algunas de las copias que realizo de maestros del Prado como el Greco, Ribera, Velázquez o Goya o “La Carrera del Darro”, un lienzo nunca antes expuesto fuera del British Museum. Obras todas ellas en las que se puede observar el interés de Fortuny por el detalle y el exquisito refinamiento y virtuosismo de su pincel.

La formación en Roma (1858-61)

Mariano Fortuny (34)Hijo y nieto de artesanos y huérfano desde muy joven, Fortuny desarrolló en el ámbito de su primera formación una habilidad artística especial. Tras el inicio de su aprendizaje como pintor en la escuela municipal de Reus, continuaría sus estudios en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona a partir de 1853. Era un dibujante superdotado con una formación basada en los maestros del Renacimiento y el Barroco que, con apenas 22 años, ya despertaba la envidia y la admiración por sus asombrosas dotes y su técnica.

 

La exposición arranca con algunos de sus primeros trabajos realizados en Roma, en los que un joven Fortuny ya da muestras de su habilidad y sus conocimientos de anatomía. Su estancia en la Ciudad Eterna, pensionado por la Diputación de Barcelona, le puso en contacto, a partir de 1858, con el arte del Renacimiento y el Barroco. Allí completaría su formación en la Academia Gigi, donde realizó del natural estudios de desnudo con una expresividad especial, fruto de su dominio tanto del lápiz como de la pluma.

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Su calidad como acuarelista es ya visible en “Il contino”, cuyo asunto, un joven con atavío del siglo XVIII en el jardín de Villa Borghese en Roma, anuncia su dedicación posterior al género historicista, y en “La Odalisca” queda patente su conocimiento del desnudo, impregnado de sensualidad, con un tratamiento mucho más libre y realista que el de sus trabajos realizados anteriormente en Barcelona.

África y el descubrimiento de la pintura (1860 y 1862)

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La Diputación de Barcelona encargó a Fortuny que viajara a Marruecos con el fin de realizar apuntes para la posterior creación de diez cuadros que representaran las gestas más destacadas del ejército español en la guerra hispano-marroquí, en la que participaron voluntarios catalanes.

 

En Marruecos a partir de febrero de 1860, además de seguir la campaña, que le llevó a presenciar, y luego a pintar, “La batalla de Wad-Ras”, Fortuny se deja seducir por los tipos árabes, con sus usos y costumbres, la luz del Atlas, las sombras de las estancias y las inmaculadas arquitecturas desnudas, creando un excepcional arte del claroscuro. 

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Marruecos ya nunca le abandonará, regresando en 1862 para realizar los apuntes necesarios con el fin de representar «La batalla de Tetuán», obra que no llegó a terminar.

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El descubrimiento de los grandes espacios desnudos, la luz intensa y el color brillante del norte de África produjo un cambio radical en su pintura, visible tanto en sus obras hechas del natural como en las realizadas en su estudio a partir de sus apuntes, sus recuerdos o su fértil imaginación. El “Herrador marroquí”, nunca expuesto hasta ahora, es uno de los más bellos ejemplos de ese amor por Marruecos que atrapó a Fortuny.

Entre España e Italia (1863-68)

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Tras pasar unos meses en Barcelona, el artista volvió a Roma, donde continuó trabajando en motivos árabes y realizó también óleos y acuarelas que representaban tipos populares que veía en los alrededores de la ciudad. En esas obras desarrolló un estilo realista, estimulado por el trabajo de algunos artistas de la escuela de Nápoles, que había visto en la Primera Exposición Nacional Italiana en Florencia en 1861 y a los que había visitado en 1863. Abordó ocasionalmente el retrato, en el que desarrolló su gusto por los matices de color.

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En esta sección podemos ver el “Retrato de Madame Gaye”, una dama italiana casada con José Gaye, secretario del duque de Riánsares. Precisamente, Fortuny pintó para la residencia parisina del duque y su esposa, la antigua Reina Regente Dª María Cristina de Borbón, el lienzo titulado “La Reina María Cristina y su hija la Reina Isabel pasando revista a las baterías de artillería”, adquirido por el Prado en 1894, y que para la ocasión aparece por vez primera en su posición original en el techo.

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En Madrid, donde se casó en 1867 con Cecilia de Madrazo, hija de Federico de Madrazo, pintó “Fantasía sobre Fausto”, un magnífico ejemplo de la desbordante imaginación y la rica pincelada con la que, en pocas horas de trabajo, llevaba a buen fin sus estudios.

Los grabados

Fortuny aprendió la técnica del grabado directamente de la obra de creadores como Ribera, Rembrandt y Goya, mostrando una extraordinaria habilidad en las técnicas gráficas, pudiendo perfectamente ser considerado como el mejor grabador español entre Goya y Picasso. A su temprana dedicación a la litografía en 1857 siguió, en la década de 1860, una serie de aguafuertes que constituyó una de las cimas de su arte.

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El aguafuerte era especialmente adecuado para sugerir los ambientes misteriosos que tanto atraían al pintor, y en ellos abordó no solo motivos árabes, sino también algunos de inspiración clasicista.

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La placa de cobre niquelado, dos estudios preparatorios y una impresión definitiva de “El anacoreta”, son los protagonistas principales de esta sección, en la que también están presentes sus representaciones de niños y viejos, con sus cuerpos desnudos, de una belleza difícil de igualar.

Los maestros antiguos y el Prado (1866-68)

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Aunque Fortuny comenzó su estudio riguroso de la pintura antigua en Italia, donde copió a algunos maestros del Renacimiento y el Barroco, incluido Velázquez, fue en el Museo del Prado donde se aproximó a ellos de manera más asidua, a través de numerosas copias. En esta sección se muestra una selección de estas copias. Fortuny presto especial atención a los artistas de las escuelas veneciana y flamenca, además de la española, de los que admiraba la calidad del color y la libertad de la pincelada. Entre ellos, el Greco, pintor poco apreciado entonces, le interesó hasta el punto de adquirir una obra suya.

 

De Velázquez están presentes, “Marte”, “Menipo”, “Inocencio X”, “La rendición de Breda”; de Ribera, “San Andrés”; de Goya, “Pedro Mocarte” y “La Familia de Carlos IV” junto algunos de sus dibujos, que conservo en sus estudios hasta el momento de su fallecimiento. Cuando poco después salieron a la venta, los precios alcanzados fueron astronómicos.

El triunfo internacional (1868-70)

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A través de su relación con el marchante Adolphe Goupil, Fortuny obtuvo un éxito internacional que tuvo su muestra más visible en “La vicaría”, cuadro de costumbres ambientado en la época de Goya.

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Junto a esa obra el artista abordó una serie de composiciones de género, entre las que destaca “La elección de la modelo” un encargo de su principal coleccionista, William H. Stewart. En estas obras Fortuny recreó un mundo de belleza en interiores arquitectónicos ricamente ornamentados en los que, a través de las obras presentes en los mismos, Fortuny rendía homenaje a otros artistas.

 

Junto a su trabajo en esas obras, continuó realizando acuarelas y dibujos con apuntes del natural realizados en cuadernos, que serían un material muy útil para sus cuadros y acuarelas posteriores.

Granada (1870-72)

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Si Marruecos fue el despertar de la pasión oriental de Fortuny, con Granada mantuvo un intenso idilio. Allí vivió dos años, de 1870 a 1872, en los que se enamoró de esta bella ciudad cuyo pasado islámico se respiraba en sus palacios nazaríes, sus calles, jardines y sus gentes.

 

De esta etapa destaca “La Carrera del Darro”, una obra que el British Museum presta por primera vez y que solo se había exhibido en sus salas en una ocasión.

 

Sus obras del natural dieron lugar a una serie de estudios al óleo de figuras desnudas, rincones urbanos, paisajes, jardines y flores, en los que captó de forma magistral la luz y el color de Andalucía.

 

Pintó igualmente escenas más complejas ambientadas en el pasado islámico, como «La matanza de los Abencerrajes» o «el café de Las golondrinas», en las que conviven den perfecta armonía elementos reconocibles con otros, fruto de su desbordante imaginación, con arquitecturas enriquecidas con objetos decorativos estudiados previamente en bocetos y dibujos. Un mundo fantástico, colorista, luminoso y evocador que Fortuny dominaba con singular maestría. De esta etapa se muestran otras dos obras hasta ahora nunca vistas por el público como “Sombra de una farola en una calle empedrada” y “Vendedora de verduras”.

El atelier

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La actividad coleccionista de Fortuny, comenzada con anterioridad a pequeña escala, se desarrolló entrada la década de 1860. En su estancia en Andalucía obtuvo, guiado por un seguro instinto, obras de arte hispanomusulmán de gran calidad.

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El propio artista, dotado de una gran habilidad, trabajó en la restauración y aun en la elaboración de algunos objetos de apariencia antigua, como la espada incluida que se puede ver en esta sección de la muestra. Todas estas piezas las atesoraba Fortuny en su atelier de Villa Martinori en Roma, junto a sus propias obras.

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Destaca especialmente el “Azulejo Fortuny”, adquirido en la antigua Cancillería árabe en 1871, y cedido para la exposición por el Instituto Valencia de Don Juan de Madrid. Junto a esta pieza excepcional, se pueden ver un tapiz, un espejo veneciano, un arcón de bodas, tejidos turcos, un escudo y un casco persa o una máscara funeraria de Beethoven, entre otras piezas atesoradas con mimo por el artista.

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Tras su fallecimiento, su viuda se deshizo de algunas piezas, que fueron adquiridas por museos y coleccionistas de todo el mundo, lo que da idea de la gran calidad de la colección.

Los últimos años (1873-74)

 

En 1874 se instaló en Portici, cerca de Nápoles, donde pinta del natural niños desnudos en la playa, años antes que Sargent y Sorolla. Hay cuatro expuestos, dos de ellos inéditos.

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Durante los dos últimos años de su vida Fortuny abordó algunos temas árabes que había tratado anteriormente con un dinamismo y una expresividad más marcados y un colorido más intenso de pincelada más libre.

 

Por otra representó paisajes de los alrededores de Portici o escenas de la vida cotidiana, como el “Carnaval de Roma” y de su intimidad familiar, en las que representó a su esposa y a sus hijos en obras como “Los hijos del pintor en el salón japonés”.

Mariano Fortuny (93)La muestra se cierra con la máscara funeraria de Fortuny y el vaciado de su mano, realizados por Jerónimo Suñol, y una foto del pintor en su lecho de muerte.

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Théophile Gautier decía que Fortuny era “una revisión moderna y al gusto francés del arte de Goya”. Puede ser cierto o no, pero de lo que no cabe ninguna duda es que Mariano Fortuny y Marsal, pese a vivir tan solo 36 años, fue un gran renovador de la pintura, por su originalidad, su precisión en el dibujo, desbordante imaginación, virtuosismo técnico y su refinamiento y maestría en el tratamiento de la luz y los colores de su rica y vibrante paleta. Un genio, un artista total.

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Fortuny (1838-1874)

Del 21/11/2017 al 18/03/2018

Museo Nacional del Prado – Paseo del Prado, s/n, 28014 Madrid

https://www.museodelprado.es/

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