Las temporales del Thyssen. Picasso/Lautrec

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El Museo Thyssen-Bornemisza finaliza las celebraciones con motivo de su 25 aniversario presentando Picasso/Lautrec, la primera exposición monográfica comparativa dedicada a estos dos grandes maestros de la modernidad. La exposición se basa no solo en la admiración de un joven Picasso por la obra de Lautrec, sino igualmente en la huella que dejo en la obra del artista español a lo largo de su dilatada carrera. Pablo Ruiz Picasso y Henri Touluse-Lautrec nunca se llegaron a conocer personalmente, pero ambos compartieron una misma visión que les sirvió para romper con el arte hasta entonces establecido y un mismo gusto por temas surgidos del París más oscuro y marginal de aquellos tiempos.

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Toulouse-Lautrec fue el cronista del París cosmopolita de finales del siglo XIX y también uno de los creadores del arte moderno. No era un observador omnisciente que contempla desde fuera, sino un espectador integrado en la narración. Esto le permitió captar con extraordinaria fidelidad la efervescencia y el hedonismo desatado de la época e incorporar al gran arte motivos extraídos de los ambientes marginales y la vida bohemia.

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Picasso, de quien se ha dicho que no fue un artista, sino una fuerza de la naturaleza, descubrió en Barcelona, a través de los cuadros de Ramón Casas, una forma de pintar que no había visto antes. Retratos a la manera de Lautrec en los que Picasso comenzó a inspirarse, al igual que lo haría en los carteles del francés que había podido ver en su primer viaje a París.

Había algo extraño y seductor en aquellas obras llenas de movimiento, luz y sensualidad, con personajes grotescos y marginales de la noche. Ansioso por descubrir aquellos ambientes se trasladó a París para asimilar toda la tradición pictórica, desde las cavernas a la vanguardia.

Ningún artista ha poseído una cultura figurativa tan vasta como la suya. A Picasso no sólo le fascinaron lo morboso y decadente de los temas presentes en las pinturas de Lautrec, sino también su osadía a la hora de pintar, su enorme poder de observación y su propensión a la síntesis y a la caricatura, estableciendo un fructífero diálogo con el francés, aun sin haber llegado a conocerse, tomando prestadas varias fórmulas para adaptarlas a su propio estilo.

La exposición

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La muestra, comisariada Francisco Calvo Serraller, catedrático de Historia del Arte de la Universidad Complutense de Madrid y Paloma Alarcó, jefe de conservación de Pintura Moderna del Museo Thyssen-Bornemisza, reúne más de cien obras llegadas de colecciones públicas y privadas de todo el mundo, de las que solo cinco proceden del museo madrileño, que se muestran al visitante organizadas en torno a los temas que interesaron a  artistas que se presentan al visitante en cinco secciones – Bohemios, Bajos fondos, Vagabundos, Ellas y Eros recóndito – que nos permiten comprobar las afinidades existentes entre las obras de ambos y la continuidad de las mismas en la obra posterior del malagueño.

Bohemios

Lautrec era consciente de las cualidades de la caricatura para explorar la personalidad de sus modelos. Él mismo realizó numerosas caricaturas de su persona y explotó su inusual aspecto. En 1893, se autorretrata en el reverso del cartel de Jane Avril en el Diván Japonais, leyendo el periódico con su característico sombrero.

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Las temporales del Thyssen: Renacimiento en Venecia, Sonia Delaunay y Madama Butterfly

Este verano, el Museo Thyssen–Bornemisza nos ofrece tres interesantes exposiciones temporales, una de ellas de pequeño formato, que nos trasladarán a Venecia, París y Japón, exponiendo en sus distintos espacios pintura, escultura, fotografía, artes decorativas, objetos de colección, moda, diseño, textiles… Además, Madrid tendrá un protagonismo especial en dos de ellas. Una oferta realmente interesante que no deberíamos perdernos.

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El Renacimiento en Venecia. Triunfo de la belleza y destrucción de la pintura

El museo Thyssen-Bornemisza presenta una exposición dedicada a la pintura veneciana del siglo XVI.  Una selección de obras maestras de artistas como Tiziano, Tintoretto, Veronés o Lotto, entre otros artistas, procedentes de importantes colecciones y museos, como el madrileño Museo del Prado, la Galleria dell´Accademia de Venecia, la Fondazione Accademia Carrara de Bérgamo, el Palazzo Pitti de Florencia, el Louvre de París, la National Gallery de Londres o el Kunsthistorisches de Viena. La exposición, comisariada por Fernando Checa, exdirector del Prado y catedrático de Historia del arte de la Universidad Complutense de Madrid, es una reflexión sobre el arte veneciano a lo largo del siglo XVI, esencial para la comprensión de la historia de la pintura. 

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Desde la importancia del color y la observación del natural a través de la imagen, con la belleza como principal argumento, hasta llegar a la destrucción de la pincelada y el color. Retratos, pastorales, temas mitológicos y religiosos, que permitirán al observador descubrir la evolución de la pintura veneciana a lo largo del Cinquecento, a través de las ochenta y nueve obras escogidas para la muestra, que se presenta al visitante dividida en ocho secciones:

Oriente y Occidente: la ciudad más bella del mundo

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El visitante se encuentra en primer lugar con la “Vista de Venecia”, de Jacopo de’Barbari, de 1500, la primera vez que una ciudad se representaba a vista de pájaro de manera realista.

En esta sala podremos ver una serie de retratos de importantes personajes de la ciudad como el Dux Mocenigo de Gentile Bellini o los procuradores Gritti y Soranzo de Tintoretto, junto a un cuadro de Veronés en el que una serie de personajes vestidos a la oriental muestran el carácter cosmopolita y abierto a Oriente de Venecia.

Mención especial merecen “La Anunciación” de Sansovino y “San Juan bautista predicando” de Veronés.

Venecia y el sueño del clasicismo

Portrait of a Man

La segunda sección muestra el deseo de renovación de la ciudad medieval, cuya arquitectura gótica o bizantina tenía que ser sustituida por el clasicismo, presente en las ruinas del “Retrato de un hombre” de Veronés.

Las obras expuestas en esta sala, nos permitirán conocer como arquitectos, humanistas, editores y coleccionistas estudiaron los textos clásicos, como el “Tratado de arquitectura” de Vitruvio, el único conservado desde la Antigüedad, a la vez que escribían nuevos tratados como los de Sebastiano Serlio o Vincenzo Scamozzi, retratado por Veronés, expuesto junto al retrato de Giovanni Bressani pintado por Battista Moroni.

Belleza y melancolía del Renacimiento veneciano

En esta sala se pone de manifiesto el sentimiento de la joven belleza melancólica y lírica, con retratos de Lorenzo Lotto, Giorgione, Bernardino Licinio o Giovanni Cariani, evocación de una Antigüedad utópica expresada en el libro de Francesco Colonna “Hypnerotomachia Poliphili”, publicado por Aldo Manuzio en 1499, el más hermoso libro impreso en el Renacimiento.

Imágenes venecianas de la mujer

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Las temporales del Thyssen: Obras maestras de Budapest. Del Renacimiento a las Vanguardias

 

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El Museo Thyssen-Bornemisza celebra sus 25 años de existencia con una selección de 90 obras procedentes de la colección permanente del Museo de Bellas Artes de Budapest y de la Galería Nacional de Hungría que podrá contemplarse hasta el 28 de mayo de 2017.

El Museo de Bellas Artes de Budapest, fundado en el siglo XIX, cuenta con extensas colecciones de pintura antigua y moderna, así como escultura. Por su parte la Galería Nacional de Hungría, cuyos orígenes se remontan a 1802, está dedicado al arte húngara. Entre las obras seleccionadas para la muestra se encuentran pinturas, esculturas y dibujos de grandes artistas de las escuelas italiana, francesa, alemana y flamenca como Da Vinci, Rubens, Van, Dyck Jordaens, Gossaert, Giaquinto, Carracci, Tiepolo, Guardi, Canaletto, Ricci, Manet, Kokoschka, Cézanne, Monet, Gauguin o Pissarro, españoles como Velázquez, Zurbarán, Mateo Cerezo, Alonso Cano, Goya o Murillo y artistas húngaros como Ferenczy, Messerschmidt o Bortnyik.

Comisariada por Guillermo Solana, director artístico del Museo Thyssen, y Mar Borobia, jefa del Área de Pintura Antigua, Y organizada en colaboración con los ya citados museos húngaros, el recorrido se divide en siete secciones ordenadas cronológicamente:

El Renacimiento en el norte

Reunidas en torno a Durero, representado por sus obras “Retrato de un joven” y “Lancero a caballo”, se pueden ver en esta sección obras de otros destacados artistas de los países del norte de Europa, como Lucas Cranach el Viejo y su “Salomé con la cabeza de San Juan Bautista; Albrecht Altdorfer, con “La Crucifixión; Jan Gossaert y “El escarnio de Cristo” o Hans Baldung Grien, con “La Virgen de los Dolores”. Igualmente están presentes un paisaje de Wolf Hubber y una obra del manierista Bartholomeus Spranger.

El Renacimiento en el sur

La segunda sala está dedicada al Renacimiento italiano, con ejemplos de las escuelas florentina, veneciana y lombarda. Destacan dos obras de Leonardo da Vinci: el dibujo “Estudios de patas de caballo” y la pequeña estatua ecuestre ”Guerrero a caballo”. Están igualmente presentes la magnífica “Madonna Esterházy” de Rafael, “La Adoración de los pastores” de Bronzino o “La Magdalena penitente” del Greco, expuesta en esta sección por los orígenes venecianos del artista y por la fuerte influencia de Tiziano en esta obra, un perfecto ejemplo de la influencia italiana en el arte del cretense.

El Barroco en Flandes y Holanda

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Las temporales del Thyssen: Renoir y Bvlgari

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El Museo Thyssen–Bornemisza nos ofrece dos interesantes exposiciones temporales: una retrospectiva dedicada a Renoir, que reúne su abundante producción como retratista y pintor de escenas íntimas y una exposición llena de glamour y lujo, en la que se nos muestra la íntima relación existente entre la exclusiva firma italiana de joyería y la Ciudad Eterna.

Renoir: intimidad

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Comisariada por Guillermo Solana, director artístico del Museo Thyssen-Bornemisza, la exposición reúne 76 obras de uno de los impresionistas más populares en una gran monográfica que reivindica su complejidad: Pierre-Auguste Renoir, el más difícil de los impresionistas, tan amado como incomprendido y detestado.

Las obras proceden de museos y colecciones de todo el mundo como el Musée Marmottan Monet de París, el Art Institute de Chicago, el Museo Pushkin de Moscú, el J. Paul Getty de Los Ángeles, la National Gallery de Londres o el Metropolitan de Nueva York, y por supuesto del propio Museo Thyssen-Bornemisza.

El título de la exposición Renoir. Intimidad, se debe a una cualidad común en toda la producción del pintor: el deseo de proximidad, de cercanía, la intimidad y empatía con sus modelos, estableciendo una profunda sintonía con todo lo que pintaba y trasladando esa intimidad al espectador, que se siente invitado a lo que en el cuadro se muestra. La intimidad está presente en la muestra de tres formas distintas.

Por un lado, sus escenas protagonizadas por mujeres en la intimidad de su casa dedicadas a actividades cotidianas: en la toilette diaria, cosiendo, leyendo o tocando un instrumento. Por otro, escenas domésticas familiares centradas en su esposa, Aline; sus hijos Pierre, Coco, y Jean y su niñera, Gabrielle, una de sus modelos favoritas, o Andrée Heuschling, que acabaría casándose con su hijo jean, finalizando con la intimidad de unas jóvenes y lozanas bañistas, que exhiben sin pudor sus cuerpos desnudos. El cineasta Jean Renoir, hijo del pintor, escribió estas palabras acerca de su padre:

“Miraba las flores, las mujeres, las nubes del cielo como otros hombres tocan y acarician”

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